Te ví ahí, de traje y sonriéndome con una copa en la mano. Tu presencia marcó el colapso de todas mis fuerzas y me recordó que una vez yo tuve un sueño, una ilusión muy simple, y que un día se murió.
Y te lloro todavía... te lloro ya con lágrimas secas. La angustia más profunda, más arraigada es aquella que ni te deja llorarla, porque sabe que va a quedarse toda la vida... y uno también lo sabe.
Y yo quería eso... quería eso que parece tan sencillo... cómo fluye todo para unos y se traba tanto para otros... ¿cómo me va a preocupar el futuro, si sé que, sea cual sea, ya no va a ser ese?
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